viernes, 9 de septiembre de 2011

Pregón 2011 por Enrique del Rivero

Estimados vecinos, y a partir de ahora espero que amigos para siempre, de Villagonzalo Pedernales, como no puede ser de otra manera tengo que mostraros mi agradecimiento por haberme elegido para
pregonar las fiestas patronales de San Vicente. Os aseguro, además, que a partir de ahora y en contraprestación al honor que me habéis concedido me voy a convertir en el más entusiasta embajador de vuestra localidad.

Aunque suene contradictorio, yo, que me dedico a fotografiar y escribir sobre los paisajes, la historia, la riqueza patrimonial, los senderos y las gentes de los pueblos de nuestra tierra, no tengo pueblo. Y por lo que he podido averiguar, casi todos mis antepasados vieron la luz en un ámbito urbano. Por eso, cada vez que desde un pueblo se acuerdan de un servidor me siento reconfortado por esa falta de raíces que tanto añoro.

Cuando vuestro alcalde se puso en contacto conmigo para preguntarme si aceptaba ser el pregonero de este año, el mismo se sorprendió por mi entusiasta y rápida respuesta afirmativa. Desde ese instante me sentí uno más de vosotros y me puse a investigar —que le vamos hacer: es una deformación profesional— sobre mi nuevo terruño de adopción.

Ya sé que esta no es la ocasión para agobiaros con referencias geográficas o históricas, pero no puedo resistirme a compartir con vosotros algunos de los datos —solo cuatro os lo prometo— que más me han llamado la atención sobre Villagonzalo Pedernales y que, desde aquí, me comprometo a plasmar completos en un futuro artículo periodístico.

Voy a comenzar con la “memoria del paisaje”, un concepto que busca definir como fue el entorno natural hace siglos y que en el caso de Villagonzalo Pedernales, confirma que buena parte de su término estuvo cubierto por espesos y maduros bosques de encinas y quejigos en los que era frecuente la presencia de muchos animales salvajes, entre los que no faltaban los lobos. No es difícil llegar a esta conclusión analizando algunos topónimos como El Monte, Los Robles y Val de Lobos, o conociendo que a principios del siglo XIX, en plena Guerra de la Independencia, las tropas napoleónicas tuvieron que talar los centenarios árboles del Monte de la Abadesa para evitar las emboscadas de los militares y guerrilleros españoles sobre el Camino Real a Madrid.

Hablando de Historia os voy a mencionar alguno de los acontecimientos que, a mi modesto entender, pueden resumir la esencia del pasado de vuestra población. El primero, aunque puede ser controvertido, es el que hace referencia a su fundación por el conde Gundissalbo Telliz a comienzos del siglo X. Este noble castellano, que también repobló Osma y fue cofundador —junto al más famoso conde Fernán González— del monasterio de San Pedro de Arlanza, tuvo además la deferencia de regalar su nombre al pueblo.

Villagonzalo —lo de Pedernales viene de un cercano y antiguo poblado abandonado de época altomedieval— fue lugar de abadengo de los importantes monasterios de Las Huelgas Reales y de San Pedro de Cardeña y tuvo servidumbres con el Cabildo de la catedral burgalesa. También dependió de distintos señores feudales que por derecho o por encomienda sometieron a los vecinos a duros y largos siglos de vasallaje.

De todas las maneras no se debía vivir tan mal en esta población cuando, allá por 1518, los canónigos de la Catedral de Burgos buscaron seguro refugio de la peste que asolaba la vecina ciudad del Arlanzón y reunieron su capítulo en la casa del médico de Villagonzalo. 

Ese carácter hospitalario y protector es el mismo que en nuestro tiempo ha convertido a Villagonzalo Pedernales en un atractivo lugar de residencia y trabajo para cientos de antiguos ciudadanos que buscan en este pueblo la tranquilidad, la cercanía y el trato entre las personas, los cielos limpios y los espacios abiertos que tanto escasean en las grandes urbes y que aún se encuentran en abundancia por estos pagos periurbanos.

No debo extenderme más y cumpliendo con la obligación de todo pregonero que se precie voy a terminar estas palabras con un conjuro de obligado cumplimiento: hay que olvidarse del coco de los mercados y de esta maldita crisis que tanto nos avinagra la vida. Y, aunque sea solo por unos días, es un deber ineludible recargarse de entusiasmo, optimismo y solidaridad para disfrutar, en armonía y fraternalmente, de las que seguro que van a ser las mejores fiestas de nuestra vida.

Gracias a todos, salud y que empiecen las fiestas de San Vicente de 2011.

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